Después de anunciar la elevación a la Santa Sede de su renuncia por haber alcanzado los 75 años de edad, el Excmo. y Rvdmo. Sr. D. José...

VISITA PASTORAL DE NUESTRO OBISPO A LA PARROQUIA DE SAN PEDRO Y SANTIAGO



    Después de anunciar la elevación a la Santa Sede de su renuncia por haber alcanzado los 75 años de edad, el Excmo. y Rvdmo. Sr. D. José María Yanguas Sanz, obispo de nuestra Diócesis, ha venido realizando, en las últimas semanas, una serie de visitas pastorales a las diferentes parroquias de nuestra ciudad. 


    Este viernes le llegó el turno a la Parroquia de San Pedro y Santiago de Cuenca, en la cual radica nuestra Hermandad, y en cuyo templo reciben culto diario nuestras Sagradas Imágenes Titulares. Tras la visita, durante la mañana, a la Ermita-Santuario de Ntra. Sra. de las Angustias (Patrona de la Diócesis) y al templo de san Nicolás de Bari, en la tarde de este mismo día hizo lo propio con el Centro de Mayores "San Pedro" y la iglesia parroquial de san Pedro y Santiago, en la cual se reunió con un nutrido grupo de representantes de las seis hermandades con sede en ella, entre los que se encontraban, también, algunos miembros de la Junta de Diputación de nuestra Hermandad. 


    Especialmente interesante resultó el rato de conversación que compartió con nosotros, reflexionando sobre los orígenes y el sentido de estas visitas, y animándonos a continuar con nuestra labor como Hermandad, fundamental, tal y como refirió, tanto dentro de la comunidad cristiana, como de la sociedad civil. Además, reconoció nuestro papel primordial dentro de la religiosidad popular de la ciudad de Cuenca, donde conmemoramos tan originalmente, y con tanta implicación, la Pasión, Muerte y Resurrección del Señor. 



   Tras esta breve alocución, presidió, junto con su secretario y nuestro párroco, el Rvdo. Sr. D. Miguel Ángel Albares, la celebración de la Santa Misa, en la que se oró especialmente por los miembros de las diferentes hermandades, culminando con la bendición apostólica para todos ellos. 

    

    Aprovechamos estas líneas para agradecer a nuestro prelado su amabilidad y sus palabras de aliento, encomendando su vida y su ministerio a Nuestro Señor Jesucristo.