Aprovechando el apenas iniciado mes de mayo, dedicado popularmente a María, Reina y Madre de Nuestro Señor Jesucristo, les presentamos la primera de las dos obras que, con la Virgen como protagonista, han pasado a engrandecer, desde su bendición hace apenas unos meses, la Capilla Bautismal en la que reciben culto nuestras Sagradas Imágenes Titulares, en la iglesia parroquial de Santiago y San Pedro Cuenca .
Se trata de una bella pintura al óleo sobre lienzo veneciano de primerísima calidad, datable a finales del siglo XVII, anónima, aunque cercana por sus rasgos estilísticos a artistas de la escuela madrileña como José Antolínez, Francisco Rizzi o Antonio Palomino.
La Virgen, con expresión serena, se presenta como Inmaculada Concepción, con todos los rasgos propios de esta iconografía inspirada en la apocalíptica visión de san Juan (cap. XII) de la "mujer vestida de Sol..." : túnica blanca, símbolo de pureza; manto volado de color azul, símbolo de eternidad y santidad; mangas de color encarnado; melena suelta sobre los hombros, manos en actitud orante, corona de doce estrellas rutilantes y un "rompimiento de gloria" del que surgen numerosos ángeles infantiles en diferentes actitudes, muchos de ellos portando las flores que se identifican con la Virgen, esas mismas que le ofrendamos durante este mes, como son el lirio, la azucena, las rosas, etc.
Completa el conjunto un magnífico marco de madera marmoleada y dorada, rematado en arco de medio punto, adquirido en un anticuario y restaurado.
Agradecemos al Obispado la cesión en depósito de esta obra procedente de su fondo artístico y que desde ahora, con toda dignidad, recibirá el culto que merece. También damos las gracias al Consorcio de la Ciudad de Cuenca por su ayuda en la conservación de esta valiosa pieza patrimonial y, como no, a Dña. María del Mar Brox Osma, restauradora conquense, por haber devuelto a esta pintura todo su esplendor.
Les invitamos a deleitarse con los detalles y la calidad de esta magnífica obra en persona, ofrenda de amor a la Bendita Madre de Dios que, desde ahora, también ocupará un lugar destacado en nuestra Capilla.
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